viernes, 21 de octubre de 2011

La Música...


Empieza dentro mio, de a poco va creciendo y empieza a superarme. Primero pensaba que era el sonido de mi corazón, de la sangre corriendo en mis venas, ahora se que viene de más allá.
La sangre empieza a correr, impulsa los músculos, los nervios, y crean movimiento. El movimiento se transforma de a poco, primero en ruido incoherente y, de a poco, en algo más.
No se puede decir todavía que sea música, es algo más primal, más feo, pero de a poco va encontrando su forma.
Va tomando su forma de todo lo que le doy, mis miedos, mis alegrías, mis frustraciones, mis miedos, todo va apareciendo de a poco.
Sonidos que no se de donde salen pero que no puedo negar como propios.
Mis dedos se revelan, tercos, me dicen que no saben hacer lo que les pido, pero los domino y los obligo a hacer lo que yo quiero, aunque suene horrible.
Mis manos se cansan, y quieren apartarse del instrumento, me río de ellas y con un tirón las obligo a permanecer sobre la suave madera y el áspero metal.
Mi cerebro me hace ver que no estoy haciendo nada, que no es música lo que sale, es ruido, a nadie le gusta, no esta bien echo, es horrible. Como si me importara.
Horas después decido terminar, el suplicio de mis músculos, mis dedos, mis ojos, mi cerebro, mis oídos... recién ahora puedo empezar a sentirlo. Es el dolor más feliz.
Saludo a mi imaginario publico y empiezo a guardar todo. Sangre en las cuerdas, sangre en los micrófonos.
Tres horas de dolorosa libertad antes de volver a la miseria de la realidad.
Ojalá pudiera seguir ahí arriba por siempre.

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